Durante las últimas semanas, estudiantes de diversas casas de estudio se han movilizado en contra de la sobrecarga académica y el estrés que está impactando negativamente la salud mental de muchos alumnos.
Si bien hasta hace poco no se contaban con cifras actualizadas de esta realidad, los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Salud Mental Universitaria de Chile mostró que un 44% de los estudiantes ha recurrido a profesionales en salud mental, un 46% aseguró tener síntomas depresivos y el 54% sufre de estrés.
Este escenario hace que sea fundamental que los estudiantes y sus familias sepan cómo identificar el estrés y cuenten con herramientas para prevenir que se convierta en un problema más grave.
La psicóloga del Centro de Salud Universitario de la U. Austral y doctora en Psicología Clínica y de la Salud, Zayra Antúnez, explicó cuáles son algunas señales de alerta y entregó recomendaciones para los alumnos que pueden estar viviendo un proceso así.
En primer lugar, la psicóloga aclaró que si bien el estrés es una activación fisiológica normal ante las exigencias que enfrentamos “la sobrecarga de exigencias puede provocar una exacerbación de esta activación y dar pie a una sobre-reacción en este ámbito, provocando niveles moderados o severos que ya no son sanos, sino que dificultan el funcionamiento“.
En ese sentido, la población universitaria está particularmente vulnerable a vivir estos síntomas, ya que se encuentran en una etapa de adaptación que implica aumento en su autonomía y en las responsabilidades que enfrentan. “Muchos jóvenes deben trasladarse de ciudad y enfrentar la distancia de su familia y amigos, lo que puede provocar sentimientos de soledad y desprotección. Lo anterior, asociado a veces a dificultades económicas, crea un contexto de vulnerabilidad”, aseguró la psicóloga.
Las distintas fases del estrés
La psicóloga explicó que distintas investigaciones han comprobado que el estrés se presenta en tres fases.
La primera de ellas es la fase de alarma. Antúnez dijo que durante esta etapa el organismo comienza a adaptarse a las nuevas demandas generando algunas respuestas que pueden ser desagradables.
“En el caso de los estudiantes esta fase se manifiesta en un constante estado de alerta, preocupación o activación, además de una sensación de que ‘la cabeza no para’, ya que cuesta aquietar los pensamientos y ello puede provocar insomnio u otros trastornos del sueño”, explicó la experta y añadió que en esta etapa también puede disminuir la tolerancia hacia ciertas situaciones, temas o personas, aumentando la irritabilidad.
La segunda fase es la de resistencia, un período en el que el organismo intenta adaptarse a las demandas y muchas veces el estudiante logra funcionar adecuadamente, respondiendo a los altos niveles de exigencia, sin sentir los efectos del cansancio.
La tercera y última fase es la de agotamiento. La psicóloga explicó que es en este punto donde no haber descansado adecuadamente comienza a pasar la cuenta y el organismo puede llegar a cronificar los síntomas de agotamiento desencadenando otros problemas como depresión y ansiedad.
“Es lo que actualmente podría estar ocurriendo con muchos estudiantes universitarios que, por los paros y movilizaciones estudiantiles, debieron terminar el segundo semestre del año 2018 en marzo de este año y comenzar enseguida el año académico 2019, sin un adecuado descanso entre ambos periodos”, analizó Antúnez.
¿Cómo reconocerlo?
El estrés se manifiesta en las personas a través de reacciones físicas, emocionales o en cambios de comportamiento.
Algunas de las reacciones físicas más frecuentes son el dolor de cabeza, colon irritable o dolor de estómago, contracturas o molestias en la espalda, cansancio excesivo, dificultades para respirar, taquicardia, insomnio y mal dormir.
A nivel emocional las reacciones incluyen desanimo, desmotivación académica, ansiedad constante, problemas para concentrarse, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, entre otros.
Finalmente, algunos cambios que se pueden observar en el comportamiento son el aislamiento, discusiones constates con la familia o amigos, evasión de responsabilidades o evitación de actividades académicas, faltar a clases, aumentar el consumo de café, cigarro, alcohol e incluso la necesidad de utilizar fármacos para mantenerse despierto o activo, para concentrarse o para dormir.
La psicóloga advirtió que se debe estar alerta a las señales, ya que si las reacciones antes descritas provocan un malestar significativo en él o la estudiante, interfieren en su funcionamiento diario y se prolongan por un tiempo mayor a dos semanas, es importante consultar a un especialista.
¿Qué hacer y cómo prevenir el estrés?
La doctora en psicología clínica y de la salud indica que existen algunas estrategias para reducir y prevenir el estrés académico.
En primer lugar, es importante definir una organización para estudiar, algo que, según Antúnez, no se desarrolla durante la enseñanza media y que luego en los primeros años de educación superior obliga a que los estudiantes deban realizar un esfuerzo mayor en ordenar su tiempo, lo que puede ser un factor de sobrecarga y estrés.
“Se deben revisar estas estrategias y modificarlas si fuera necesario, además de comenzar a planificar las actividades y aprender a priorizar, ya que esto ayudará a tener una sensación de control sobre las situaciones, que permitirá aumentar la seguridad en las propias capacidades y el rendimiento”, dice la experta.
También, recalca, es recomendable alimentarse adecuadamente, realizar alguna actividad deportiva o recreativa al menos tres horas por semana, dedicar momentos a algún pasatiempo o actividad placentera.
Asimismo, otra estrategia es cuidar el sueño, es decir, intentar descansar por lo menos siete horas cada noche y no estimular el cerebro antes de dormir. Esto se puede lograr, por ejemplo, apagando la televisión, el computador y el celular al menos media hora antes de acostarse.
Con respecto al uso de pantallas, Antúnez dice que pueden inhibir la producción de melatonina, hormona encargada de regular el sueño, haciendo que exista mayor dificultad a la hora de dormirse, que el descanso sea menos profundo y que al día siguiente la sensación de cansancio sea mayor.
Otro punto importante que dice la académica es que a pesar del malestar y la sobrecarga que se puede sentir “se debe tratar de mantener una actitud positiva y no dejarse llevar por los pensamientos negativos, ya que a veces centrarse excesivamente en los problemas dificulta ver la solución a los mismos”.
Para finalizar, destaca la relevancia de contar con una red de apoyo. “Generar y profundizar vínculos con la familia y amigos siempre es saludable, sabiendo que se puede recurrir a ellos en momentos difíciles”.
En ese sentido, dice que los padres deben estar alerta ante las señales explicadas anteriormente para brindar apoyo y contención a sus hijos. “Si se considera oportuno, se debe recurrir a psicólogos o psiquiatras que orienten y traten oportunamente al estudiante en caso de ser necesario”.