Los embriones de las aves todavía mantienen los puntos de partida de formación ósea de dos huesos presentes en el cráneo de los dinosaurios. Pero en lugar de desarrollarse como tales, rápidamente se fusionan con otros huesos embrionarios y se vuelven indetectables en el ave adulta.
Así lo revela una investigación del laboratorio de Ontogenia y Filogenia de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile y que lidera el paleontólogo Alexander Vargas.
Si bien las aves descienden de los dinosaurios, hoy han perdido gran parte de sus rasgos en común. Es así como el cráneo de las aves no tiene dientes y debió adaptarse a un ojo y cerebro más grandes.
A medida que la cavidad ocular y la base craneal se expandieron a lo largo de la evolución, las aves también perdieron dos huesos del cráneo: el prefrontal, una vez presente hacia la esquina frontal superior del ojo, y el postorbital, que se encuentra detrás del ojo. Son justamente los dos huesos cuya formación truncada queda en evidencia en el estado embrionario.
Particularmente en el caso del postorbital, fue incorporado a otro hueso mayor, el frontal, que cubre el cerebro.