Las colillas de cigarro muchas veces pasan inadvertidas en los distintos lugares de una ciudad, pero si uno mira detenidamente puede observar que este desecho se encuentra en todas partes. De hecho, de los 15 mil millones de cigarros que se fuman diariamente, el 70% termina en la calles.
Lo anterior puede ser tremendamente dañino para el medio ambiente, pues en su interior una colilla de cigarro tiene más de 7 mil agentes tóxicos de metales pesados, compuestos cancerígenos y puede contaminar hasta ocho litros de agua. Para peor, se demora unos diez años en ser absorbidas por el ecosistema.
Con todos estos antecedentes en la mesa, un grupo de jóvenes buscaron una solución y a fines de 2017 recolectaron colillas para transformarlas en productos sustentables.
Se trata Imeko, empresa creada por ex alumnos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso compuesta por Valery Rodríguez (químico industrial), Germán Brito (estudiante de doctorado en ciencias, mención química), Jennifer Araya (ingeniero comercial) y Sofía Jara (diseñadora industrial en moldes y matrices).
La idea era darle un nuevo valor al residuo a partir de una serie de procesos químicos para reconvertirlo en artículos para el hogar. ¿Cómo lo lograron? El 70% del compuesto de la colilla corresponde a acetato de celulosa, un plástico que se puede utilizar en la fabricación de objetos que se venden en el mercado como marcos de lentes, mangos destornilladores, fabricación de vinilos, etc.
Germán Brito explicó al sitio de PUCV que “detectando esta oportunidad desarrollamos un proceso químico en el laboratorio que permite limpiar las colillas de todos sus componentes tóxicos y disponerlos de manera segura con empresas especializadas en el tratamiento de residuos peligrosos y también recuperar el acetato de celulosa limpio, el que se transformó en nuestra nueva materia prima”.
De esta manera, Imeko, con su novedosa técnica obtenida tras una investigación teórica y en laboratorios del Campus Curauma de la Facultad de Ciencias de la PUCV, busca transformar los residuos en posavasos, productos de jardinería, ceniceros, gafas de sol y artículos de escritorio.
Valery Rodríguez detalla que “a lo largo de una semana se puede transformar desde que llega al laboratorio hasta que tenemos el producto plástico para ser moldeado y obtener diversos objetos. Se parte con un proceso de lavado de la colilla donde se eliminan los restos de tabaco, cenizas y se desprende el papel. Después esta colilla pasa por un proceso químico donde se realiza la extracción de todas las sustancias tóxicas, a través del uso de solventes orgánicos”. Así, por ejemplo, de un total de 300 colillas se puede hacer un set de seis posavasos.
El proyecto ha continuado su desarrollo luego de adjudicarse fondos de la Dirección de Innovación y Emprendimiento de la PUCV tras ganar en la categoría de prototipo de innovación tecnológica, que les permitió adquirir su propio equipamiento e insumos para su funcionamiento. Asimismo, obtuvieron el Fondo de Emprendimiento para Mujeres en The S Factory de Start-up Chile.
Para conocer más detalles del proyecto, visita la página de Imeko.